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martes, 11 de junio de 2013

Adviento: tiempo de preparación

Si somos atentos nos daremos cuenta que en los cuatro domingos previos a la Navidad, las Iglesias son adornadas con el color morado, escasean los adornos florales y en muchas de ellas se coloca una corona con cuatro velas que se van prendiendo una por domingo. Además los cantos y las lecturas durante la celebración tienen un sentido de esperanza, de preparación. ¿Qué significa todo esto?

Quiere decir que hemos comenzado otro tiempo litúrgico en la Iglesia, al que llamamos Adviento. Con este nuevo tiempo termina el año litúrgico e inicia el nuevo. Pero, ¿Qué significa la palabra Adviento?, ¿de dónde proviene?

La palabra Adviento o Advenimiento (del latín adventus, venida o llegada) era empleada por los romanos para significar la primera visita o presentación de un alto dignatario ante el pueblo. Los primeros cristianos utilizaron esta expresión para significar la manifestación de Jesucristo desde su encarnación hasta su última venida. Actualmente entendemos por Adviento el tiempo instituido por la Iglesia dentro del año litúrgico, cuya finalidad es prepararnos para las fiestas de Navidad (25 de Diciembre) y la epifanía (segundo domingo después de la Navidad), fiestas en las que celebramos la visita a nuestros corazones de alguien que es más que un dignatario, es decir, del Señor de la vida: Jesucristo.

Sin la correcta preparación para celebrar estas fiestas, por más importantes que sean, los acontecimientos serán tomados a la ligera, por eso conviene retomar la actitud de los primeros cristianos que sintieron la necesidad de prepararse fuertemente durante tres semanas ayunando, orando. practicando la fraternidad... preparación, a la que después se le llamaría Adviento. 


Esperamos a Jesús esta Navidad, pero ¿qué espera Jesús de nosotros? Él espera una sola cosa: que vaciemos nuestro corazón de cosas vanas y que le abramos la puerta para que entre y haga su morada en nosotros.

Nuestro festejo debe ir más allá de la rutinaria costumbre navideña en la que ya sabemos lo que hay: posadas, brindis, regalos, etc.., Jesús espera que esta Navidad no lo releguemos como año con año lo hemos hecho y que lo aceptemos en nuestro interior.Para eso es necesario vivir intensamente el Adviento.

Cuando alguien se casa no escatima esfuerzos para que su boda sea inolvidable. Cuando va a nacer un bebé sus papás procuran tener todo lo necesario para que sea bienvenido. Si para acontecimientos como estos nos preparamos, ¿no amerita entonces el nacimiento del Hijo de Dios una preparación excelente? Por supuesto que sí.

Es muy triste constatar que en muchos hogares el Adviento pasa desapercibido, hay católicos que no saben que esta etapa del año litúrgico existe y más aún que no desean conocer la riqueza de su Iglesia.

Una verdadera preparación consiste en reflexionar y hacer viva la palabra de Dios que escuchamos en las lecturas de la misa, éstas hacen hincapié en la necesidad de que el hombre renueve su vida, regrese a Dios limpiando su corazón -alejándose de las obras de las tinieblas-, y conviva en la fraternidad con su familia y todos los que lo rodean. Todo lo anterior nos ayuda a disponernos para recibir a Jesús en el pesebre de nuestro corazón.

Un ser importantísimo dentro de la historia de la Salvación es María, por eso es maestra en el Adviento, durante éste existen dos celebraciones marianas -no es casualidad que se festejen durante este tiempo del año litúrgico-, una de ellas es la Inmaculada Concepción y la otra la aparición de la Virgen de Guadalupe, ambas tienen un tinte de preparación muy especial para la Navidad. ¿Quién mejor que María podría enseñarnos a esperar a Jesús en nuestro interior? Su grandeza está en haberlo aceptado en su corazón y después en su seno (cf. Lc 1, 39). María nos deja una gran enseñanza cuando después de recibir el anuncio del ángel Gabriel se puso al servicio de su prima Santa Isabel. A la virgen le interesa mas ayudar que pensar en sí misma. Preparémonos para recibir a Jesús viento un Adviento y Navidad diferente. No cometamos el error de los fariseos y maestros de ley que, creyéndose sabios, despreciaron al Hijo de Dios. Seamos más bien como los pastores que al saber del nacimiento de su Salvador fueron a su encuentro. Recordemos que Jesús vendrá en el último día, por eso necesitamos estar alerta, pero mientras esa segunda venida lega, preparémonos para recibir de la mejor manera posible a quien sólo quiere dar sentido a nuestra vida haciéndonos felices siempre y no sólo una Nochebuena.

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